domingo, 1 de noviembre de 2009

EL COLLAR DE LA VERDAD

Érase una vez una niña que mentía continuamente. A ciertos niños, la mentira no les parece una cosa importante, y una pequeña mentira, o una mentira grande, si es necesario que le salve de un castigo o les produzca un placer, les parece la cosa más legítima del mundo. Así era nuestra niña. Para ella, no existía la verdad. Durante mucho tiempo engañó a sus padres con sus mentiras, hasta que por fin descubrieron lo que les contaba, y ya no tuvieron en ella la menor confianza. Es terrible para los padres no poder confiar en las palabras de sus hijos.

EL VIAJE EN BUSCA DE MERLÍN. Después de haber probado inútilmente todos los medios, el padre y la madre de la niña resolvieron llevarla al mago Merlín, que entonces era célebre en toda la tierra y, además, gran amigo de la verdad.
Por eso, de todas las pares del mundo le llevaban niños mentirosos para que los curara.
Vivía en un palacio de cristal de paredes transparentes, y nunca pensó ocultar una sola de sus acciones, o hacer creer lo que no era cierto, ni tampoco dejarlo creer, callándose cuado hubiera debido hablar. Reconocía a los mentirosos por el olor a una lengua de distancia; y cuando la niña llegó a su palacio se vio obligado a quemar vinagre para purificar el ambiente porque le mareaba el olor.
La madre quiso explicar la enfermedad que sufría su hija, pero el mago Merlín la detuvo a las primeras palabras:
-Sé de qué se trata, buena señora. Hace una hora que huelo la llegada de señorita. Es una mentirosa de primera clase, y me ha hecho pasar un mal rato.
La pequeña no sabía dónde esconderse. Se refugió en las faldas de su madre, que la amparaba lo mejor que podía. El padre se puso ante ella para protegerla de todo riesgo. Deseaban curar a su hija, pero suavemente, sin hacerle ningún daño.

EL COLLAR. No temáis nada –dijo Merlín al ver el miedo de aquellas gentes-. Que esta señorita me permita hacerle un regalo; creo que le gustará.
Abrió un armario y sacó un magnífico collar de amatistas maravillosamente engarzadas, con un broche de diamantes cuyo resplandor deslumbraba. Lo puso en el cuello de la pequeña, y despidiendo a los padres con gesto benévolo, dijo:
-Id, buenas gentes, y no os preocupéis más. Vuestra hija lleva con ella un seguro guardián de la verdad.
La pequeña enrojeció de contento y se marchaba a toda prisa, encantada de haber salido tan bien librada, cuando el mago Merlín la llamó:
-Vendré a buscar mi collar dentro de un año –dijo mirándola con expresión grave-. Desde este momento prohíbo que te lo quites del cuello ni un solo minuto. ¡ Pobre de ti si lo haces!
-¡Oh! No deseo nada mejor que conservarlo siempre. ¡Es tan bonito!
Al día siguiente de volver a casa, nuestra mentirosa fue ala escuela y como había estado mucho tiempo ausente, todas las demás niñas se agruparon a su alrededor. Sólo se oían exclamaciones sobre la belleza del collar.
-¿De dónde procede? Y tú, ¿dónde has estado? – le preguntaban todas.
En aquellos tiempos sabían lo que significaba volver de la casa de Merlín, ya que era muy conocido por ser el médico de los mentirosos.
Por eso, la niña no se preocupó de hablar así:
-He estado mucho tiempo enferma –dijo descaradamente- y mis padres me han regalado este hermoso collar durante la convalecencia.
Un tremendo grito se oyó, lanzando al unísono por todas las bocas.
Los diamantes del broche que lanzaban tan vivos resplandores se habían apagado repentinamente y convertido en vulgares cristales.
-Pues sí, he estado enferma. ¿ Por qué gritáis tanto?
Con esta reincidencia, las amatistas se convirtieron en guijarros amarillentos.
Al nuevo grito de todas, y al ver tantos ojos fijos en su collar, miró ella también y se estremeció de espanto.
-He estado en casa del mago Merlín- dijo humildemente.
Apenas hubo confesado la verdad, el collar recobró toda su belleza, pero las carcajadas que resonaban a su alrededor, la humillaron de tal modo que experimentó la necesidad de rehabilitarse.
-Os equivocáis completamente, porque el mago nos recibió perfectamente, a mis padres y a mí. Mandó su coche a recogernos, y no podéis imaginar lo precioso que es su coche. ¡ Seis caballos blancos y cojines de seda rosa con borlas de oro! Cuando llegamos vino a nuestro encuentro al vestíbulo y ...
Las risas, apenas ahogadas, se hicieron ahora tan ruidosas, que se detuvo sobrecogida y lanzando una mirada al desdichado collar, nuevamente se estremeció.
A cada detalle que inventaba el collar se alargaba, se alargaba...
-Tú nos cuentas más de lo que en realidad sucedió- gritaron las niñas.
-¡Está bien! Confieso que llegamos a pie y que sólo nos quedamos cinco minutos.
El collar se encogió al momento.
-Y el collar, ¿ de donde procede?
-Me lo dio sin decir nada, probable...
No tuvo tiempo de decir nada más. El fatal collar se encogía, se encogía hasta oprimirle terriblemente la garganta y sacar la lengua.
-No nos lo dices todo- gritaron las niñas.
Se apresuró a decir, ahora que aún podía hablar:
-Dijo que era una mentirosa de primera clase.
Un vez libre del collar que la estrangulaba, continúo diciendo, mientras lloraba de vergüenza y de dolor:
-Por eso me dio el collar. Dijo que era un guardián de la verdad, y yo fui tonta de remate al alegrarme... ¡Ya me véis, ahora!
Sus amigas compartieron su pena, porque como buenas, se pusieron en su lugar en seguida.
-Eres demasiado buena- dijo la más lista de todas. En tu lugar yo hubiera mandado a paseo el collar. ¿Quién te impide quitártelo?
La niña mentirosa callaba, pero el collar se puso a bailar, a bailar, tanto y tanto que las piedras chocaban entre sí haciendo ruido infernal.
-Hay algo que nos ocultas- prosiguió el grupo de niñas, divertidas por aquel baile extraordinario.
-Tengo intención de guardarlo.
Los diamantes y las amatistas bailaban y se entrechocaban.
-Tienes alguna otra razón para guardarlo.
-¡Vaya!, puesto que no puedo ocultaros nada, os diré que el mago Merlín me ha prohibido quitármelo bajo pena de un gran castigo.
Inmediatamente el collar se calmó.
Ya imagináis que, con un compañero de esta especie, que se transforma cuando se traiciona la verdad, que se alarga cuando se le añade algo, se encoge cuando se le suprime y se pone a bailar cuando se le silencia, un compañero del cual no podéis desembarazaros, no le es posible, ni a la más decidida mentirosa, andar torcidamente por el camino de la verdad. ¿Qué sucedió?
Cuando se acostumbró a decir siempre la verdad, se sintió tan bien, con la conciencia tan ligera y el alma tan tranquila, que tomó horror a la mentira por sí misma y el collar ya no tuvo nada que hacer en su cuello. Antes de que hubiera transcurrido el año, vino el mago Merlín, que necesitaba su collar para otro niño mentiroso y sabía que donde lo había dejado y a no era necesario.
Nadie me ha podido decir todavía lo que hizo del maravilloso collar de la verdad. Todavía lo buscan, y si yo fuera un niño mentiroso, no estaría demasiado seguro, pues todavía pueden encontrarlo.

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