domingo, 1 de noviembre de 2009

EL LEON Y EL RATONCILLO

He aquí que, un día, un enorme león que vivía en la selva se quedó profundamente dormido entre los árboles del bosque.
Mientras él dormía, un ratoncillo atrevido no hacía más que pasar y pasar junto a él.
Tanto le gustaban esos paseos, que cuando el león despertó todavía alcanzó a verlo.
¡ Y no adivinaríais dónde!
Justo, justo... al lado de su temible pata.
¡ La garra del león!
¡ Imaginad!
Seguro que el león, sin apenas moverse, podía matar tranquilamente al diminuto ratón.
¡ Pero no lo mató!
En aquella ocasión, el “rey de los animales” se portó como un rey de los que lo son y lo son de veras. Generoso, no quiso aprovecharse de su enorme poder para hacerl daño.
Dejó escapar al ratoncillo.
¡ Que suerte! ¿ Verdad?
El ratoncillo se marchó muy contento, y tan agradecido al león, que se prometió pagarle su generosidad en cuanto pudiera hacerlo.
¿Él? ¿ Al león? ¿ Tan pequeño? ¿ Cómo?
Ahora lo sabréis.
Otro día, el león, saliendo a tontas y a locas del bosque sin mirar por dónde iba, cayó en una trampa que unos cazadores la habían preparado para atraparlo. ¡ Y entonces sí que su terrible fuerza no le servía para nada!
La trampa era una red enorme de gruesas cuerdas, el león, ¡ claro está!, no sabía deshacer sus nudos.
Lo único que sabía hacer era lanzar, seguido, seguido, unos rugidos tremendos de rabia y de dolor.
Este fue el momento del ratoncillo agradecido.
Al oír los rugidos del león desesperado, se acerca corriendo a toda prisa y empieza a roer una cuerda de la red.
Rec-rec, rec-rec, rec-rec, llega a cortarla del todo. Y la red, desecha, deja libre al león.
¡ Quién lo iba a decir!
¿Si?
Esto mismo que pasó con el león y el ratoncillo, pasa cada día en el mundo.
¡ Fijaos!

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