domingo, 1 de noviembre de 2009

EL GATO Y EL LORO

Había una vez un gato y un loro. Decidieron invitarse a comer, primero en casa de uno, después en casa del otro. El gato debía empezar. Pero era un gato muy avaro, sólo puso sobre la mesa un litro de leche, un trocito de pescado y una galleta. El loro era un loro bien educado y no se quejó, pero no quedó muy contento.
Cuando le tocó a él invitar al gato, el loro preparó una excelente comida. Hizo asar un lomo de ternera, cogió una cesta de fruta, llenó una jarra de vino y, además, hizo cocer un montón de riquísimos pasteles, dorados y crujientes. Llenaban la canasta de a ropa; su olor se esparcía por toda la casa. ¡Había quinientos!
Entonces puso cuatrocientos noventa y ocho ante el gato y para él no guardó más que dos.
El gato comió el asado y bebió el vino. Saboreó la fruta y después atacó el montón de pasteles. Se los comió todos; comió los cuatrocientos noventa y ocho pasteles. Después se volvió hacia el loro y le dijo:
-Tengo hambre, ¿no tienes nada más que comer?
-Quedan mis dos pasteles –dijo el loro. Había quedado tan sorprendido de la hazaña del gato que ni los había probado-. ¿Los quieres?
El gato comió también los dos pasteles; después, relamiéndose los bigotes, le dijo:
-Me está entrando el apetito. ¿No tienes nada más para comer?
-¡Vaya! –dijo el loro amoscado-. Ya no me queda nada, a menos que me quieras comer a mí.
Apenas había terminado de hablar, cuando el gato se relamió los bigotes, abrió la boca, y, ñim, ñam, engulló al loro.
Una vieja, que les había servido la comida y que había quedado sorprendida por la conducta del gato, le dijo:
-¡Gato! ¡Gato! ¿Cómo has podido comer a tu amigo el loro?
-¡Un loro! ¡Bah! ¿Qué es un loro para mí? – respondió el gato-. ¡Tengo ganas de comerte a ti también!-Y ñim,ñam, engulló a la vieja.
Entonces encontró un hombre que conducía un asno y le dijo:
-¡Apártate a un lado, Minino! Llevo prisa y podría aplastarte mi asno.
-¡Un asno! ¡Bah! ¿Y qué es un asno para mí? –dijo el gato-. Me he comido quinientos pasteles; me he comido a mi amigo el loro; me he comido a una vieja. ¿Por qué no me he de comer también a un buen hombre y su asno.
Y prosiguió su camino pavoneándose así. Un poco más lejos encontró el cortejo de la boda del rey. El rey iba delante con su vestido nuevo, acompañando a la novia y detrás de él marchaban sus soldados; les seguían una gran cantidad de elefantes en fila, de dos en dos. El rey estaba de muy buen humor porque acababa de casarse y dijo al gato:
-¡Apártate a un lado, minimo! Mis elefantes podrían aplastarte.
-¿Aplastarme a mí? ¡Bah! – respondió el gato irguiéndose. ¡Ja! ¡Ja! Me he comido quinientos pasteles, me he comido a mi amigo el loro, me he comido a una vieja, me he comido a un buen hombre y su asno. ¿Por qué no me he de comer también a un desgraciado rey y todo su séquito? –Y, ñim, ñam, engulló al rey y a la reina, y a todos los soldados y a todos los elefantes.
Después continuó su camino, no muy deprisa, porque empezaba a estar un poco harto. Pero, algo más lejos, encontró a dos enormes cangrejos, caminado de lado tan aprisa como podían.
-¡Apártate a un lado, minimo! –gritaron.
-¡Ja! ¡Ja! ¡Ja!- exclamó el gato con una voz terrible-. Me he comido quinientos pasteles, me he comido a mi amigo el loro, me he comido a una vieja, me he comido a un pobre hombre y su asno, al rey, a la reina, a los soldados y a los elefantes! ¡Os voy a comer a vosotros también!
Y ñim,ñam engulló a los dos enormes cangrejos.
Cuando los cangrejos llegaron al final , comenzaron a mirar a su alrededor. Estaba muy oscuro, pro al cabo de un momento, pudieron ver al pobre rey sentado en un rincón, con la reina en brazos, porque se había desmayado. Cerca de él estaban los soldados apretados unos contra otros, y los elefantes, que intentaban ponerse en fila de dos en dos, pero no podían porque no había bastante sitio. Enfrente estaba la pobre vieja y a su lado, el buen hombre con su asno. En el tercer rincón, había un gran montón de pasteles y encaramado sobre ellos, el loro, con las plumas erizadas.
-Hermanos, manos a la obra – se dijeron los dos enormes cangrejos. Y, ris, ras, comenzaron a hacer un agujerito en el costado del gato, con sus pinzas; ris,ras, ris, ras, hasta que el agujero fue lo bastante grande para poder pasar por él. Entonces salieron los dos cangrejos y detrás de ellos, salió el rey con su esposa, luego los soldados y los elefantes en fila, de dos en dos, después el buen hombre y su asno; después la pobre vieja y al final, el loro con un pastel en cada pata. (Él sólo quería dos pasteles)
Y el gato tuvo que pasarse todo el día cosiendo el agujero de su costado. ¡Así aprenderá a no ser tan glotón!

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