domingo, 1 de noviembre de 2009

EL PEQUEÑO ABETO

Érase una vez un pequeño abeto. Solo, en el bosque que, en medio de los demás árboles cubiertos de hojas , él sólo tenía agujas, nada más que agujas.
¡ Cómo se quejaba!
-Todos mis amigos tienen hermosas hojas, hermosas hojas verdes. ¡ Yo, sólo tengo espinas! Quisiera tener, para darles un poquito de envidia hojas todas de oro.
A la mañana siguiente, cuando se despertó, quedó deslumbrado...
- ¿ Donde están mis espinas? ¡ Ya no las tengo ¡ ¡ Me han dado las hojas de
oro que había pedido! ¡ Que contento estoy!
Y todos sus vecinos que le estaban mirando, dijeron:
-¡ El pequeño abeto es todo de oro!
Pero aquí que un hombre, un malvado ladrón, llegó al bosque y les oyó. Pensó:
-¡ Un abeto de oro! ¡Que gran negocio!
Pero como tenía miedo de ser visto, volvió por la noche con un gran saco. Cogió todas las hojas sin dejar una.
A la mañana siguiente, al verse completamente desnudo, el pobre abeto se puso a llorar.
-Ya no quiero más oro- se dijo en voz baja-. Cuando vienen los ladrones, te lo roban todo y ya no te queda nada.¡ Quisiera tener todas las hojas de cristal! ¡ El cristal también brilla!
A la mañana siguiente, cuando despertó, tenía las hojas que había deseado. Se puso muy contento y dijo:
- En lugar de hojas de oro, tengo hojas de cristal; ahora estoy tranquilo porque no me las robar
á nadie.
Y todos sus vecinos que le miraban, dijeron a la vez:
-¡ El pequeño abeto es todo de cristal!
Pero, cuando vino la noche, la tempestad sopló fuerte. El pequeño abeto suplicó en vano, el viento le sacudió y no quedó ni una sola de sus hojas.
A la mañana siguiente, al ver el destroza, el pobre abeto se puso a llorar:
-¡ Que desgraciado soy! Otra vez estoy desnudo. Han robado mis hojas de oro y han roto mis hojas de cristal. Quisiera tener, como mis amigos, hermosas hojas verdes.
Al día siguiente, cuando se despertó, vio que había obtenido lo que deseaba.
Y todos sus vecinos, que le miraban, se pusieron a decir:
-¡ El pequeño abeto ya es como nosotros!
Pero, durante el día, la cabra salió a pasear con sus cabritillos. Cuando vio al pequeño abeto, dijo:
-¡ Venid, niñitos míos!, ¡ venid, hijos míos! Saboread esta comida y no dejéis nada.
Los cabritillos se acercaron saltando y lo devoraron todo en menos de un instante.
Cuando llegó la noche, el pequeño abeto, completamente desnudo y tiritando, se puso a llorar como un niño.
-Se lo han comido todo- dijo en voz baja-. Ya no me queda nada. He perdido mis hojas, mis hermosas hojas verdes, como mis hojas de cristal y mis hojas de oro.¡Me contentaría con que me devolvieran mis agujas!
A la mañana siguiente, cuando se despertó, se encontró sus antiguas agujas y no supo que decir.
¡ Que feliz soy! ¡ Cómo se contempla! Se ha curado por completo de su orgullo. Y sus vecinos que le oyen reír, dicen mirándole:
- ¡ El pequeño abeto está como antes!

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