domingo, 1 de noviembre de 2009

POR QUÉ EL BURRO VIVE CON EL HOMBRE

ÉRASE UNA VEZ un burro llamado Benito que vivía en un lugar en el que se sentía muy seguro. Benito era feliz allí, pero a veces se quejaba: “Ji-jo, ji-jo. Esto es tan seco que sólo hay artemisas y cactus para comer. Me gustaría vivir en un sitio con hierba para pastar y agua fresca para beber”.

Pero Benito seguía en la meseta porque allí estaba a salvo del león de la montaña, que no iba a las zonas donde había tan poco agua.

Un día, cansado de comer cactus y artemisas y de temer al león de la montaña, Benito dijo: “ Si me encuentro alguna vez con el león de la montaña no le tendré miedo. Le daré la espalda y le cocearé por toda la meseta con mis patas traseras”. Y tras pronunciar esas palabras Benito comenzó a correr y dio coces a todos los matorrales que encontró a su paso.

Cuando Benito terminó de dar coces oyó algo detrás de él, y al darse la vuelta vio al coyote.

“Buenos días, Benito”, dijo el coyote. “Me alegro de ver que te diviertes en la meseta.”

“¿Por qué me acechas?”, preguntó Benito. “Pensaba que eras el león de la montaña. Deberías respetar a los demás en vez de ir por ahí acechando y asustando”.

“¿No te alegras de ver a tu querido amigo?”, dijo el coyote.

“Te conozco bien, coyote. ¿Qué quieres de mí?”, le preguntó Benito.

“Amigo Benito, precisamente esta mañana me ha preguntado por ti el león de montaña. “¿Sabes por dónde anda Benito? He estado buscándolo”, me ha dicho. Yo he pensado que sólo podías estar en dos lugares. Puesto que no estabas allí, tenías que estar aquí, en la meseta. Así que he decidido venir para hacerte una visita. Y aquí estás.”

“¿Le has dicho al león de la montaña dónde ibas a buscarme?”, preguntó Benito.



“No”, dijo el coyote, “pero quiere que le diga dónde estás”.

“Eres un granuja, coyote. Piensas decirle al león dónde estoy, y por eso mereces que te cocee.”

Cuando Benito se dio la vuelta para cocearle, dijo el coyote: “Te equivocas. Amigo. No le he dicho dónde estabas. He venido para decirte que el león anda buscándote, no para decirle dónde puede encontrarte”.

“No sé si creerte, coyote. No me fío de ti”, dijo Benito.

“¿Te gustaría vivir en un lugar donde estais a salvo del león de la montaña?”, preguntó el coyote. “¿En un lugar lleno de pastos verdes y abundante agua para beber?”

“¿Dónde está ese lugar?”, preguntó Benito.

“ Al pie de esas colinas que están debajo de la meseta”, respondió señalando los pastos que se vecina a lo lejos. “ Allí vive el hombre, la única criatura a la que teme el león de la montaña. Allí estarás seguro”, dijo el coyote con malicia.

“He oído hablar del hombre”, dijo Benito. “Los animales que viven en su cercado tienen que trabajar para él. Les da hierba y agua fresca en abundancia, pero no son libres. No pueden ir donde quieren.”

“Pero en el cercado están protegidos, porque allí el león no puede comérselos”, dijo el coyote.

“¿Por qué te preocupa lo que me pueda pasar?”, preguntó Benito.

“Bueno, hay otra cosa. Las gallinas que están en el cercado del hombre se pasan el día cloqueando y chillando y dicen que quieren ser libres. Incluso escarban agujeros en la tierra para intentar escapar. Me gustaría ayudarlas a salir de allí. Lo he intentado muchas veces, pero el hombre no las deja marcharse”, dijo el coyote a punto de llorar.

“Amigo Benito, yo puedo llevarte ala tierra del hombre, donde estarás siempre a salvo del león de la montaña. Una tierra donde hay hierba y agua fresca en abundancia. Cuando lleguemos allí podrías hacer un agujero con tus fuertes patas traseras para que pasen por él las gallinas y yo pueda liberarlas. Yo te ayudo a ti y tú me ayudas a liberar a esas sabrosas... quiero decir a esas pobres gallinas que quieren ser libres.”

Benito miró al coyote, que le estaba mirando con ojos suplicantes. “Coyote, yo soy un burro honrado. Lo único que quieres es que te ayude a robar esas gallinas al hombre”.

“¡Así e como me pagas, sospechando que quiero robar las gallinas! Lo que te mereces es que te coma el león de la montaña”, respondió el coyote.

“¡Fuera de mi meseta, coyote!”, dijo Benito. Luego se dio la vuelta y comenzó a dar coces al coyote con sus patas traseras. Lo coceó con tanta fuerza que salió volando por los aires y aterrizó f
junto a unos cactus. Mientras el coyote se levantaba y salía corriendo gritó a Benito: “Ahora le diré al león de la montaña dónde puede encontrarte”.

“Ji-jo, ji-jo”, se rió Benito mientras iba trotando hacia la tierra del hombre. Después de saltar la cerca le preguntó al hombre si podía quedarse allí, donde había hierba y agua fresca en abundancia y no podía entrar el león de la montaña.


El hombre accedió, pero le dijo que tendría que trabajar para ganarse el sustento. Desde entonces el burro trabaja para el hombre a cambio de hierba y agua fresca. Y cada vez que un coyote se acerca a las gallinas comienza a rebuznar y a dar coces con sus patas traseras.


NO TEFÍES DE LOS EMBAUCADORES QUE TE PROMETAN UNA VIDA FÁCIL

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