domingo, 1 de noviembre de 2009

LA TORTITA QUE ECHÓ A CORRER

1. Érase una vez una buena mujer que tenía siete hijos. Un día, viendo que los pobrecillos estaban hambrientos, les hizo una tortita con leche, azúcar y harina de la mejor.

-¡Qué hambre tengo, mamita querida! –dijo uno de los niños-. Dame un trozo de esta tortita que estás haciendo.

A continuación, otro niño se hizo eco del primero, y todos los demás repitieron lo mismo.

-¡Callad, callad! –dijo-. Todos tendréis vuestra parte.

2. Pero la tortita, que lo estaba oyendo , no tenía el menor deseo de ser comida; y cuando estuvo bien dorada, dio un brinco y apretó a correr, como corren las tortas, esto es, rodando igual que un aro. Así cruzó el umbral de la puerta y ascendió a toda la velocidad por la ladera de la colina.

-¡Deténte, tortita! – le gritó la madre, dándose prisa a correr detrás de ella, seguida de todos sus hijos.

Pero la tortita no le hizo ningún caso, y siguió rodando a todo correr.

3. Llevaba corrido mucho trecho, cuando la tortita se encontró con un hombre que llevaba una cesta.

-Buenos días, tortita –la saludó el hombre.
-Buenos días – dijo la tortita, correspondiendo al saludo.
-Querida tortita –continuó el hombre-, no corras tanto. Deténte y deja que te coma.
-¡No y no! – respondió la tortita-. Me he escapado de una madre y de sus hijos hambrientos, y también lo haré de ti.


4. Y la tortita siguió rodando, rodando, hasta que, al doblar el lindero de un oscuro bosque, se encontró con un cerdo que estaba por allí.

-Buenos días tortita, -dijo el cerdo.
-Lo mismo te digo – respondió la tortita, apretando a correr.
-¡Vaya, vaya! – dijo el cerdo-. ¿Por qué tanta prisa? Podemos ir en compañía a través del bosque, pues según dicen, resulta muy peligroso para quien viaja solo por él.

5. La tortita encontró excelente la idea y empezó el viaje en compañía del cerdito. En esto llegaron a la orilla de un río. El cerdito estaba tan gordo que flotaba muy bien en el agua, pero la tortita no podía aventurarse a meterse en la corriente, pues sería arrastrada o , cuando menos, quedaría deshecha.

-Súbete a mi hocico – dijo el cerdo- y te llevaré a la otra orilla.

6. A la tortita le pareció de perlas la idea, y dio un salto para ponerse donde le decía el cerdo; pero en aquel instante éste abrió la boca y la tortita le cayó encima de la lengua. Se oyó un gruñido de satisfacción, ¡gruuuñ!, y la tortita, rodando, rodando, fue a parar al estómago del cerdito.

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